"Somos
grises, somos grandes,
somos
fieros y serviles
somos
todos diferentes
y
estamos muy... 404.NO.COMPUTA"
Robots.
Hasta ayer por la tarde estaban por todas partes. Eran el futuro, la
tecnología que, seguro, seguro, que iba a desarrollarse.
Leslie
Nielsen sale en la película. Seguro que es para troncharse.
Al
principio, ¡cómo no!, la ciencia ficción carecía de recursos
propios. Salvo honrosísimas excepciones (básicamente "La
guerra de los mundos"), era fácil reemplazar a los marcianos
por indios o, ya en la guerra fría, por comunistas, cuyas
intenciones, psique y sentido estético eran idénticos a los de los
humanos. No es de extrañar que, como en el póster de "Planeta
prohibido" (por lo demás ajeno a la trama de la película),
todo bicho viviente -o no- tuviera como última meta raptar bellas
sílfides.
Decíamos
que la ciencia ficción carecía de recursos propios, y Star Trek (la
serie original) es buena prueba de ello. Sin tratar de quitarle
mérito, uno no puede dejar de observar que la mayoría de sus
episodios rescatan estética, filosofía y recursos narrativos de la
fantasía medieval. Está el episodio en que luchan con un mago (¡un
mago, sí, con túnica de estrellas!), otro contra un dios griego
(¿era Apolo?) y otro contra un imperio enemigo belicoso que puede
identificar tanto a rusos como a chinos (¿a qué se debe si no el
"cambio de look" que sufren entre la serie original y la
primera película). Incluso llegan a participar como gladiadores en
algún capítulo.
Pero,
¿y los robots? Curiosamente, Star Trek (la serie original) es
bastante parca en este aspecto. En "El regreso de los arcontes"
combaten una inteligencia artificial (Landru) que se ha vuelto loca y
obliga a la gente a vivir en el siglo XIX (otra vez, a falta de
referencias se echa mano del pasado). En otra ocasión la propia
Enterprise tenía una inteligencia artificial estropeada. Pero mi
episodio favorito es El Suplantador, en el que una sonda genocida
entra en el Enterprise creyendo que Kirk es su creador.
Al
contrario de lo que pudiera imaginarse, en Star Trek no hay
auténticos robots, lo cual es una mirada muy madura al concepto. Los
creadores supieron ver la diferencia entre la inteligencia y el
cuerpo; que no hace falta que la inteligencia resida en un cuerpo
humanoide para crear buenas tramas. Más aún, que las tramas serán
tanto mejores cuanto más nos alejemos de la idea original de robot.
Al fin y al cabo, si tenemos un robot que habla, actúa y piensa como
un humano, ¿para qué es un robot, en primer lugar?
Buen
personaje, mal robot.
Como
todo, la ciencia ficción pasó su etapa de inmadurez y comenzó a
regalarnos robots más verosímiles. Llegamos a Asimov...
El
Grande.
...y
sus cerebros positrónicos (lo de "positrónico", al
parecer, era puro márketing) y sus tres leyes de la robótica:
- Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
- Un
robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta
protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
Obviamente
no son leyes de carácter natural (inviolables), sino normas. Hay
muchos problemas con estas leyes. ¿Cómo sabe un robot qué es un
humano? Parece una pregunta trivial, pero en "Fundación y
Tierra", si no recuerdo mal, los robots de cierto planeta sólo
consideraban humanos a los que al hablar exhibieran un acento muy
particular (eso ya no es racismo, es diatopismo extremo). ¿Qué es
"hacer daño"? Podría incluirse el daño psicológico,
como tristemente descubrió Susan Calvin en "¡Embustero!",
cuando uno de los robots que ésta robopsicoanalizaba le hizo creer
que cierto doctor sentía por ella lo mismo que ella por él. No
herir hoy sus sentimientos supuso un daño muy superior cuando Calvin
le expuso sus sentimientos.
Por
cierto, el concepto de "robopsicología" es casi tan grande
como el de "psicohistoria", y a nadie parece importarle
este hecho.
Las
tres leyes, que al principio parecían simples reglas "mecánicas"
evolucionaron junto con la inteligencia de los robots hacia algo
parecido a un sistema moral para robots. ¿En qué sentido moral? En
el sentido de que llegaron a luchar entre sí. Giskard Reventlov, que
era algo así como el Erasmo de los robots, estudioso y meticuloso,
llegó a la conclusión de que había una ley implícita de la máxima
prioridad:
0.
Un robot no puede causar daño a la humanidad o, por inacción,
permitir que la humanidad sufra daño.
Ojo,
que esta es la ley "0". Está por encima de todas las
demás. En suma, significa que "el bien de muchos vale más que
el de unos pocos" (y el de pocos más que el de uno solo). Los
robots progresistas y sensibles que abrazaron esta filosofía se
llamaron "giskardianos", y los demás se unieron bajo el
nombre de "calvinianos". Parece que hubo gresca entre los
dos grupos.
Según
mis fuentes, en el (podríamos decir) "universo expandido"
de la saga de los robots de Asimov en el que participaron autores
como Greg Bear y David Brin, se añade una ley nueva, más radical,
que podríamos llamar por abuso de las matemáticas la "ley -1".
-1.
Un robot no puede causar daño a una entidad consciente o, por
inacción, permitir que una entidad consciente sufra daño.
Hablamos
ya de la revolución. Pero estos temas quedan lejos de mi experiencia
como lector (para más información y otras dos leyes totalmente
nuevecitas, diríjase el lector
a http://ucronialatente.blogspot.com.es/2008/05/las-leyes-de-la-robtica.html).
Dejemos
a Asimov, y centrémonos en otro grupo de historias que involucran a
los robots: Los robots como amenaza. Como cualquier amenaza de
cambio, los robots inspiran miedos jurásicos en nuestro cerebro
reptiliano. Desde el consabido "los inmigrantes robots
nos quitan el trabajo" al "cuando se den cuenta de que no
nos necesitan nos destruirán", cualquier falacia es poca para
reafirmar el sesgo del statu quo: cualquier cambio será recibido con
poco entusiasmo por quienes prevén una ganancia incierta y un gran
rechazo por quienes adivinan una pérdida segura.
Es
curioso que en su inicio, en la obra de 1920 R.U.R. del escritor
checo Karel Čapek, los robots (deformación de la palabra
checa rabota, trabajo, o robotnik, trabajador, con tintes de
esclavitud) representaran a la clase trabajadora que, al tomar
consciencia de estar siendo explotados por los humanos
(representantes, en la obra, de la burguesía y los
capitalistas), se liberaran de su condición y finalmente aniquilaran
a toda la humanidad (menos uno).
¿Y
esto por qué?
¿Por
qué tu tostadora (si pudiera pensar) va a pensar que la estás
explotando? ¿Qué es explotación? ¿Y si hacemos que sientan placer
cuando trabajan? En otras palabras, esto no va a ocurrir.
En
el futuro fabricarán robots con cabeza de calavera y
luces diabólicas por ojos: es un nuevo concepto
de mercado.
Tampoco
necesitaremos elegir entre la pastilla roja o la azul (las leyes de
la termodinámica tienen mucho que decir ahí). Sencillamente, es
inconcebible que una máquina construida para trabajar piense que
está siendo explotada. Eso es antropocentrismo a la enésima
potencia. No podemos ajustar nuestros parámetros sociales o
psicológicos a entidades que no han sufrido una evolución por
presión adaptativa al medio. Esto es lo que pasa cuando un género
carece de suficientes recursos internos para hacer funcionar su
narrativa, que tiene que cogerla prestada de otros, con temas y
motivos que le son ajenos. El resultado puede ser mucha pirotecnia
pero poco seso.
Mención
aparte tienen los androides de "¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas?" (ojalá hicieran una adaptación al cine de
esta novela), que actúan como actúan quizás porque sus
constructores pusieron demasiados esfuerzos en que pasaran el test
de voight kampff (test de Turing). Si creas algo hecho para
parecerse demasiado a un humano, no te sorprenda luego que haga lo
que sea por sobrevivir.
Queda
entonces averiguar qué espacios narrativos son naturales para los
robots. La respuesta es aquél en el que puedan ejercer como lo que
son: herramientas enormemente complejas e inteligentes en un sentido
no humano. De ahí que lo más interesante provenga de separar la
herramienta (el cuerpo metálico) de la inteligencia, de modo que
tenemos dos objetos de atención en lugar de uno. Dicho finamente: a
estas alturas, todo lo que pueda hacer un robot en una obra de
ficción no será más interesante porque el robot sea un cuerpo
metálico antropomórfico, sino porque será una inteligencia
artificial, de modo que es más natural y sencillo tratar sólo esa
inteligencia sin enrevesarlo todo con el inútil (desde el punto de
vista narrativo) cuerpo.
Los
robots han desaparecido. "Accelerando", de Charles Stross,
donde trata la singularidad tecnológica, ni siquiera los cita. La
aparición del ciberpunk y subgéneros posteriores ha puesto el foco
en la red, en la inteligencia, más que en lo físico. Los robots
tuvieron su tiempo y cumplieron con su cometido; ahora es el momento
de que, por una vez, dejen de hacer honor a su nombre y descansen.
lo fantastico de los robots era jugar con la idea de un ser que intentase reproducir lo mas fielmente el comportamiento de un ser humano (y su forma), y en eso, en intentarlo, radicaba su atractivo, porque todos los robots eran imperfectos, o temibles de alguna manera, eran como un humano que se hubiera vuelto loco, que hubiera perdido parte de su humanidad. frankenstein fue el 1º robot (quizas ni el, pero valga el ejemplo). con un robot "perfecto" la trama deja de ser interesante, porque entonces tenemos a un ser humano en escena, y el foco hai que ponerlo en temas filosoficos o morales, y es lo mismo que ya trató la literatura en el pasado: esclavitud, racismo, etc. los robots entendidos como simbolo de deshumanizacion ¿qué forma tiene un robot?) ya no son CF, ahora son casi casi propiedad del steampunk o de literatura vintage.
ResponderEliminarpd: en cuento me lance a publicar este comentario la página me pedirá que demuestre que no soy un robot ¿y cómo he de hacerlo? ¿sintiendo, razonando, empatizando? no: introduciendo una serie de números.
pd: demuestres usted que no es humano, hábleme sobre su madre.