lunes, 21 de abril de 2014

Va de robots

"Somos grises, somos grandes,
somos fieros y serviles
somos todos diferentes 
y estamos muy... 404.NO.COMPUTA"

Robots. Hasta ayer por la tarde estaban por todas partes. Eran el futuro, la tecnología que, seguro, seguro, que iba a desarrollarse.

Leslie Nielsen sale en la película. Seguro que es para troncharse.

Al principio, ¡cómo no!, la ciencia ficción carecía de recursos propios. Salvo honrosísimas excepciones (básicamente "La guerra de los mundos"), era fácil reemplazar a los marcianos por indios o, ya en la guerra fría, por comunistas, cuyas intenciones, psique y sentido estético eran idénticos a los de los humanos. No es de extrañar que, como en el póster de "Planeta prohibido" (por lo demás ajeno a la trama de la película), todo bicho viviente -o no- tuviera como última meta raptar bellas sílfides.

Decíamos que la ciencia ficción carecía de recursos propios, y Star Trek (la serie original) es buena prueba de ello. Sin tratar de quitarle mérito, uno no puede dejar de observar que la mayoría de sus episodios rescatan estética, filosofía y recursos narrativos de la fantasía medieval. Está el episodio en que luchan con un mago (¡un mago, sí, con túnica de estrellas!), otro contra un dios griego (¿era Apolo?) y otro contra un imperio enemigo belicoso que puede identificar tanto a rusos como a chinos (¿a qué se debe si no el "cambio de look" que sufren entre la serie original y la primera película). Incluso llegan a participar como gladiadores en algún capítulo.

Pero, ¿y los robots? Curiosamente, Star Trek (la serie original) es bastante parca en este aspecto. En "El regreso de los arcontes" combaten una inteligencia artificial (Landru) que se ha vuelto loca y obliga a la gente a vivir en el siglo XIX (otra vez, a falta de referencias se echa mano del pasado). En otra ocasión la propia Enterprise tenía una inteligencia artificial estropeada. Pero mi episodio favorito es El Suplantador, en el que una sonda genocida entra en el Enterprise creyendo que Kirk es su creador.

Al contrario de lo que pudiera imaginarse, en Star Trek no hay auténticos robots, lo cual es una mirada muy madura al concepto. Los creadores supieron ver la diferencia entre la inteligencia y el cuerpo; que no hace falta que la inteligencia resida en un cuerpo humanoide para crear buenas tramas. Más aún, que las tramas serán tanto mejores cuanto más nos alejemos de la idea original de robot. Al fin y al cabo, si tenemos un robot que habla, actúa y piensa como un humano, ¿para qué es un robot, en primer lugar?

Buen personaje, mal robot.

Como todo, la ciencia ficción pasó su etapa de inmadurez y comenzó a regalarnos robots más verosímiles. Llegamos a Asimov...

El Grande.

...y sus cerebros positrónicos (lo de "positrónico", al parecer, era puro márketing) y sus tres leyes de la robótica:
  1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
Obviamente no son leyes de carácter natural (inviolables), sino normas. Hay muchos problemas con estas leyes. ¿Cómo sabe un robot qué es un humano? Parece una pregunta trivial, pero en "Fundación y Tierra", si no recuerdo mal, los robots de cierto planeta sólo consideraban humanos a los que al hablar exhibieran un acento muy particular (eso ya no es racismo, es diatopismo extremo). ¿Qué es "hacer daño"? Podría incluirse el daño psicológico, como tristemente descubrió Susan Calvin en "¡Embustero!", cuando uno de los robots que ésta robopsicoanalizaba le hizo creer que cierto doctor sentía por ella lo mismo que ella por él. No herir hoy sus sentimientos supuso un daño muy superior cuando Calvin le expuso sus sentimientos.
Por cierto, el concepto de "robopsicología" es casi tan grande como el de "psicohistoria", y a nadie parece importarle este hecho.

Las tres leyes, que al principio parecían simples reglas "mecánicas" evolucionaron junto con la inteligencia de los robots hacia algo parecido a un sistema moral para robots. ¿En qué sentido moral? En el sentido de que llegaron a luchar entre sí. Giskard Reventlov, que era algo así como el Erasmo de los robots, estudioso y meticuloso, llegó a la conclusión de que había una ley implícita de la máxima prioridad:

0. Un robot no puede causar daño a la humanidad o, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.

Ojo, que esta es la ley "0". Está por encima de todas las demás. En suma, significa que "el bien de muchos vale más que el de unos pocos" (y el de pocos más que el de uno solo). Los robots progresistas y sensibles que abrazaron esta filosofía se llamaron "giskardianos", y los demás se unieron bajo el nombre de "calvinianos". Parece que hubo gresca entre los dos grupos.

Según mis fuentes, en el (podríamos decir) "universo expandido" de la saga de los robots de Asimov en el que participaron autores como Greg Bear y David Brin, se añade una ley nueva, más radical, que podríamos llamar por abuso de las matemáticas la "ley -1".

-1. Un robot no puede causar daño a una entidad consciente o, por inacción, permitir que una entidad consciente sufra daño.

Hablamos ya de la revolución. Pero estos temas quedan lejos de mi experiencia como lector (para más información y otras dos leyes totalmente nuevecitas, diríjase el lector a http://ucronialatente.blogspot.com.es/2008/05/las-leyes-de-la-robtica.html).

Dejemos a Asimov, y centrémonos en otro grupo de historias que involucran a los robots: Los robots como amenaza. Como cualquier amenaza de cambio, los robots inspiran miedos jurásicos en nuestro cerebro reptiliano. Desde el consabido "los inmigrantes robots nos quitan el trabajo" al "cuando se den cuenta de que no nos necesitan nos destruirán", cualquier falacia es poca para reafirmar el sesgo del statu quo: cualquier cambio será recibido con poco entusiasmo por quienes prevén una ganancia incierta y un gran rechazo por quienes adivinan una pérdida segura.

Es curioso que en su inicio, en la obra de 1920 R.U.R. del escritor checo Karel Čapek, los robots (deformación de la palabra checa rabota, trabajo, o robotnik, trabajador, con tintes de esclavitud) representaran a la clase trabajadora que, al tomar consciencia de estar siendo explotados por los humanos (representantes, en la obra, de la burguesía y los capitalistas), se liberaran de su condición y finalmente aniquilaran a toda la humanidad (menos uno).


¿Y esto por qué?

¿Por qué tu tostadora (si pudiera pensar) va a pensar que la estás explotando? ¿Qué es explotación? ¿Y si hacemos que sientan placer cuando trabajan? En otras palabras, esto no va a ocurrir.

En el futuro fabricarán robots con cabeza de calavera y luces diabólicas por ojos: es un nuevo concepto de mercado.

Tampoco necesitaremos elegir entre la pastilla roja o la azul (las leyes de la termodinámica tienen mucho que decir ahí). Sencillamente, es inconcebible que una máquina construida para trabajar piense que está siendo explotada. Eso es antropocentrismo a la enésima potencia. No podemos ajustar nuestros parámetros sociales o psicológicos a entidades que no han sufrido una evolución por presión adaptativa al medio. Esto es lo que pasa cuando un género carece de suficientes recursos internos para hacer funcionar su narrativa, que tiene que cogerla prestada de otros, con temas y motivos que le son ajenos. El resultado puede ser mucha pirotecnia pero poco seso.

Mención aparte tienen los androides de "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" (ojalá hicieran una adaptación al cine de esta novela), que actúan como actúan quizás porque sus constructores pusieron demasiados esfuerzos en que pasaran el test de voight kampff (test de Turing). Si creas algo hecho para parecerse demasiado a un humano, no te sorprenda luego que haga lo que sea por sobrevivir.

Queda entonces averiguar qué espacios narrativos son naturales para los robots. La respuesta es aquél en el que puedan ejercer como lo que son: herramientas enormemente complejas e inteligentes en un sentido no humano. De ahí que lo más interesante provenga de separar la herramienta (el cuerpo metálico) de la inteligencia, de modo que tenemos dos objetos de atención en lugar de uno. Dicho finamente: a estas alturas, todo lo que pueda hacer un robot en una obra de ficción no será más interesante porque el robot sea un cuerpo metálico antropomórfico, sino porque será una inteligencia artificial, de modo que es más natural y sencillo tratar sólo esa inteligencia sin enrevesarlo todo con el inútil (desde el punto de vista narrativo) cuerpo.

Los robots han desaparecido. "Accelerando", de Charles Stross, donde trata la singularidad tecnológica, ni siquiera los cita. La aparición del ciberpunk y subgéneros posteriores ha puesto el foco en la red, en la inteligencia, más que en lo físico. Los robots tuvieron su tiempo y cumplieron con su cometido; ahora es el momento de que, por una vez, dejen de hacer honor a su nombre y descansen.


1 comentario:

  1. lo fantastico de los robots era jugar con la idea de un ser que intentase reproducir lo mas fielmente el comportamiento de un ser humano (y su forma), y en eso, en intentarlo, radicaba su atractivo, porque todos los robots eran imperfectos, o temibles de alguna manera, eran como un humano que se hubiera vuelto loco, que hubiera perdido parte de su humanidad. frankenstein fue el 1º robot (quizas ni el, pero valga el ejemplo). con un robot "perfecto" la trama deja de ser interesante, porque entonces tenemos a un ser humano en escena, y el foco hai que ponerlo en temas filosoficos o morales, y es lo mismo que ya trató la literatura en el pasado: esclavitud, racismo, etc. los robots entendidos como simbolo de deshumanizacion ¿qué forma tiene un robot?) ya no son CF, ahora son casi casi propiedad del steampunk o de literatura vintage.

    pd: en cuento me lance a publicar este comentario la página me pedirá que demuestre que no soy un robot ¿y cómo he de hacerlo? ¿sintiendo, razonando, empatizando? no: introduciendo una serie de números.

    pd: demuestres usted que no es humano, hábleme sobre su madre.

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