jueves, 10 de abril de 2014

Presentación de Tiempo de Viridia

Imagina que lees una novela que sólo puedes catalogar de increíble, arriesgada en su género, meritoria por la edad a la que su autora comenzó a escribirla. Una novela con vampiros que no brillan, piratas, criaturas fantásticas e ignotas, un gran enigma, oráculos que pueden equivocarse o puede no determinar la historia que estás leyendo, sino sólo enriquecerla. Genial, ¿verdad? Ahora imagina que no la has leído, que todo eso está en el futuro, encerrado en un libro que todavía no está a la venta, y que tienes la oportunidad de asistir a su presentación.

Pues tal era la situación del mundo para mí cuando el martes pasado asistí a la presentación de "Tiempo de Viridia", la primera novela publicada de M. C. Arellano. Desde aquí reitero mis felicitaciones a la autora, que ya ha hecho realidad una de las tres cosas que todos debemos hacer en esta vida.




Supe de la existencia de esta novela por el novio de la autora y buen amigo mío, Jesús. Me encontré a ambos junto a Clara y a Antonio a la entrada del edificio. El acto tuvo lugar en la biblioteca de Castilla-La Mancha, en uno de los últimos (si no el último) piso del mismísimo Alcázar de Toledo. Añado que era la primera vez que me encontraba entre esas mismas paredes que mandara construir Carlos I (de España y V de Alemania). Esta antigüedad permanece en el diseño de sus espacios internos, como los cuatro escalones que separan arbitrariamente un pasillo de otro, en el grosor de las paredes exteriores combinado con lo estrecho de las ventanas y, por último -pero "más" importante-, en el paisaje que domina. Una elección acertadísima para este acto.

Catedral vista desde el Alcázar. Esta imagen ES Toledo.

El acto comenzó ante un auditorio lleno a las seis menos cuarto hora española, esto es, ya a las seis. Abrió la presentación la representante de la editorial Altantis felicitando a la autora e incidiendo en la importancia de apoyar a autores noveles... quizás en un futuro tenga que recordarle esas palabras cuando quiera que me publique una novela.

Tomó el relevo Antonio Castro, el padre de la autora -abuelo, en sus propias palabras, de la novela- y doctor en filosofía, que ilustró el acontecimiento con una referencia a los enigmas y al enigma por antonomasia, el de la esfinge del mito de Edipo. Creo que no voy mal encaminado si supongo que la novela va de enigmas. Edipo vence a la esfinge al descifrar el enigma, pero éste persiste ya por siempre cuando el héroe descubre que mató a su padre y desposó (por decirlo pulcramente) a su madre.

Y llegó el momento que todos más esperábamos. En apenas un momento, Mai inflamó nuestra imaginación con vampiros (que no brillan), oráculos y profecías (que quizá sean erróneas o quizá no se centren, por una vez, en la figura protagonista), viajes, criaturas fantásticas e ignotas, y la música como una constante de la novela. El potencial de historias en aquella sala y aquella hora se podía cortar con un cuchillo. Sólo imaginar un relato desde el punto de vista de alguien para el que no hay una profecía, que es el eterno secundario de las historias de un montón de elegidos y "chosen one"s da qué pensar (anotado queda).

De izquierda a derecha: Mai, El Tiempo de Viridia, Jesús.

Al terminar su intervención yo ya tenía las expectativas muy altas para esta novela. Sigo sin tener una idea clara de qué voy a leer, y esto también me gusta: estoy demasiado acostumbrado a saber casi perfectamente la trama de los libros de mi mesilla de noche, y ya era hora de un cambio.

El resto de la tarde la pasamos toledeando, yendo a la plaza de la catedral (como se llame, que uno es fantasio, no toledano) y volviendo hacia Zocodover con unos helados.

Uno lee este cartel y sus labios pronuncian por reflejo la palabra "Toledo".

En estos momentos tengo el libro a mis espaldas, con un marcapáginas intercalado, en mi mesilla. Pero ya hablaré de su contenido en otra ocasión, que ésta es para celebrar su nacimiento y no sus andanzas. Me despido en esta entrada deseando simplemente que pronto tenga algún hermanito.

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